La buena novela de
Laurence Cossé
Editorial Impedimenta, Madrid, 2012
ISBN 9788415130260
Traducción: Isabel González-Gallarza
“La buena novela”. Qué buen título para una novela. Cuando
comencé a leerla no daba crédito. Tenía entre mis manos una joya, un libro que
hablaba de libros, que hablaba de la lectura y los escritores y lo hacía a
través de una interesante y sorprendente trama policiaca. Pero eso fue en la
primera parte. La emoción se transformó en solo interés en la segunda, en simple
lectura en la tercera y en una mezcla de decepción, cansancio y sensación de
malestar en la última.
La buena novela es fundamentalmente una novela sobre libros
y libreros. Eso no hay que perderlo nunca de vista. Quizá me haya sentido un
poco engañada porque parecía que iba a dar más de sí en el terreno de novela
negra, pero no debería exagerar. Hasta la tercera parte no me di cuenta de que se
me estaba haciendo larga, porque, eso sí, yo creo que se podrían haber ahorrado
unas cuantas páginas. Además, el noventa por ciento de las obras que cita son
grandes obras de la literatura francesa, desconocidas para el público no
especialista, con lo que no puedes “opinar” como lector (me refiero al hecho de
si la seleccionarías o no para estar en “La buena novela”, en la librería ideal
que da nombre también a la novela.
El argumento gira en torno a la fundación de una librería en
la que solo se vendan buenas novelas.
Parece fácil y una buena idea, pero como veremos a lo largo de la
lectura, la cosa se complica, el mundo literario se enfada por estar o no estar
en la selección de la librería, internet se implica en la batalla, la vida
personal de los libreros aparece como otro elemento más…
“Pero mi abuelo me dejó mucho más que eso: de él heredé la
pasión por la
literatura y algo más, algo que es fundamental, la convicción de
que
la literatura es importante.” (p.
147)
La novela está narrada en tercera persona y, a veces,
introduce elementos que nos hacen sospechar que alguien conocido nos está
contando la historia. Esto, que parece una buena e intrigante idea, despista
bastante cuando nos damos cuenta de quién es el narrador. No diré más, cada
lector que experimente por sí mismo.
Los libreros que lean este libro se verán completamente
identificados con lo que allí se cuenta: el hacer y deshacer cajas de
novedades, los clientes, las dificultades económicas, las rivalidades
comerciales… pero también los escritores se llevan una buena parte de la
historia, con sus manías, sus costumbres y sus excentricidades. Hay de todo y
para todos.
“Hoy en día todo el mundo coincide en pensar que se publican
demasiados
libros sin el más mínimo interés. Consideramos ese fenómeno como una
contaminación del espíritu, y sencillamente nos plantamos: basta. Neguémonos
a
permitir que nos contaminen el gusto. ¿El aire está viciado?
¡Renovémoslo!
¡Respiremos! Estamos convencidos de tener verdaderas posibilidades
de
eludir la soledad de nuestro reto, de que nuestros clientes nos acompañen
y
luchen por nosotros.” (p. 173)
Respecto a la traducción, tengo que decir que hay fallos
graves que demuestran desconocimiento del castellano y que a mí, personalmente,
me molestan muchísimo. Me refiero a un llamativo “Es por ello que” en la página
331 o a un espectacular “no se andó con rodeos” en la página 342. Sin
comentarios.
Sinopsis de la editorial:
La fundación de una librería parisina «única», llamada «La
Buena Novela», desata pasiones, celos y hasta intentos de asesinato. Ivan «Van»
Georg, antiguo vendedor de cómics, y la estilosa y seductora Francesca
Aldo-Valbelli se juntan para llevar a cabo el sueño de sus vidas: montar una
librería que solo venda obras maestras, seleccionadas por un comité secreto de
ocho respetables escritores que se esconden bajo seudónimo. Cuando la librería
abre, inmediatamente empieza a cosechar un éxito arrollador. ¿Quiénes son esos
elitistas y cómo osan decirles a los lectores lo que han de leer? La blogosfera
hierve, Internet crepita. Decenas de competidores nacen de la noche a la
mañana, clamando por los ideales seudoigualitarios. Ivan y Francesca,
estoicamente, intentan aguantar el chaparrón hasta que, de repente, tres de los
miembros de su comité secreto son víctimas de accidentes que a punto están de
costarles la vida.
Sobre la autora: (biografía facilitada por la editorial)
Laurence Cossé
nació en 1950, en Boulogne-Billancourt. Empezó su carrera profesional
como periodista en Le Quotidien de Paris, y luego comenzó a trabajar en la
cadena pública de radio France Culture, donde llegó a entrevistar a Andrei
Tarkovsky, Jorge Luis Borges o Suzanne Lilar.
La mayoría de sus novelas han sido publicadas por Gallimard.
Su obra más aclamada hasta la fecha es La Buena Novela (2009), que ha sido
traducida a varios idiomas, y que está considerada una de las sátiras más
certeras recientemente escritas sobre el mundo de las librerías y los libreros.
Especialista en historias que retratan los oscuros recovecos del poder, es
autora, asimismo, de las novelas Les chambres du Sud (1981), una novela
poética, Le coin du voile (1996), ganadora del Prix du Jury Jean Giono ese
mismo año, La femme du premier ministre (1998), donde Cossé se interna en el
género de la novela histórica, Le Mobilier national (2001) y, más
recientemente, Les amandes amères (2011).
Por si hay algún curioso, pinchando aquí se puede ver la lista de títulos nombrados en La buena novela.
1 comentario:
¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿no es quizá eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. Quizá la experiencia de la finitud es el único acceso que tenemos a la totalidad que nos llama, y nos pierde, con desmedidas ambiciones totalitarias. Quizá toda experiencia de infinitud es ilusoria, si no es, precisamente, experiencia de finitud. Quizá, por eso, la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan.
¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.
Este fragmento es de un librito muy jugoso que seguro te gustará más que el de Laurence Cossé. De rabiosa y contagiosa actualidad es el libro de Gabriel Zaid, Los demasiados libros. Libro para la reflexión.
A mí tanto chovinismo en la elección de las listas (he sido curiosa) me repatea. Un imprescindible para mí fue y será EL GUARDIAN ENTRE EL CENTENO. Por no citar a muchos clásicos, que es lo que menos se leen y que seguro con ellos nos bastaría. ¿Por qué leer a los clásicos? Ya lo expuso Italo Calvino muy bien.
Agradable este rincón.
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